viernes, 18 de marzo de 2011

Entrevista a Annick Louis

Entrevista a Annick Louis*
Por Hernán Diez

1. Varias veces te referís a “las duras condiciones de trabajo de los críticos en Argentina”. De hecho, en nuestro país es habitual que un crítico deba dedicarse a una gran cantidad de actividades, casi todas mal pagas. ¿De qué modo te parece que incidieron esas condiciones de trabajo en la obra de Pezzoni?

Es verdad que las condiciones de trabajo de los críticos en Argentina eran especialmente difíciles, me parece, en algunos de los períodos en que Pezzoni trabajó, porque a las dificultades que venían del funcionamiento institucional se sumaban los avatares políticos (y, por lo tanto, épocas de exclusión de las instituciones). Creo que los diez años transcurridos desde que escribí ese prólogo cambiaron muchos las cosas; porque hubo un período en que estas condiciones de trabajo parecían (eran) especialmente duras en relación a las que vivían los críticos de otros países, en particular los países europeos y Estados Unidos, cosa que Pezzoni señaló repetidas veces. Y también porque la situación cambió bastante en Argentina para los académicos, en parte debido a la estabilización que trajo la continuidad democrática.

Ahora bien, en el caso de Pezzoni, me parece que las diferentes tareas que se vio obligado a ejercer tenían que ver, de un modo u otro, con la tarea literaria, o al menos con la(s) lengua(s): enseñanza en diferentes niveles, traducción, edición de libros y revistas. Lo que me parece particular en la obra de Pezzoni es que cada una de estas actividades se volvía productiva en su escritura crítica. Cada actividad marca y enriquece la crítica que ejerce, porque se vuelve objeto de una reflexión que asocia producción literaria, crítica, gestión institucional y recepción en la comunidad. Además, Pezzoni tenía el don de volver productiva cada práctica en otras prácticas: traducir parece haber modificado su percepción del texto, enseñar haber transformado su visión de la crítica, y editar haber marcado su percepción del modo en que las comunidades reaccionan frente a las producciones culturales.

Creo que hoy es uno de los aspectos más admirables de Pezzoni, - hoy que trabajamos todos en condiciones algo similares puesto que todos ejercemos una multitud de tareas: esa capacidad que tuvo de volverlas productivas.

2. En el prólogo señalás que “Cuando se enseña literatura, no hay que empeñarse en divertirse solo sino construir la incorporación, siempre crítica, de los oyentes.” ¿Cómo se daba esta incorporación crítica del oyente en las clases de Pezzoni?

Bueno, hoy me parece una frase un poco prescriptiva. Creo que venía de un aprendizaje personal de la enseñanza, en el cual Pezzoni tuvo una importancia, aunque el tipo de performance que caracterizaba su estilo tiene poco que ver conmigo. Pero es verdad que su ejercicio de la enseñanza tenía algo de una puesta en escena teatral, en la cual también su forma de vestir jugaba un papel (quienes fueron sus alumnos recordarán las corbatas llamativas y los anteojos de colores). Pero a lo que yo me refería entonces era al hecho que Pezzoni tenía una manera de solicitar a su auditorio, que hacía que uno tuviera ganas de contestar, aun en un anfiteatro lleno; despertaba ese deseo de entrar en su discurso, y también el deseo de hacerlo mediante la lectura de los textos de que hablaba. Pero incluso cuando no esperaba una respuesta parecía, en general, medir aquello que faltaba a su auditorio para poder seguir el razonamiento que proponía, y lo reponía. También solía interrogar, a sus colegas y a los alumnos, entre clases, acerca de las reacciones de los estudiantes, y por ejemplo volver sobre una cuestión, contar, describir los libros a los que había hecho alusión y que no eran conocidos. Esa manera de proporcionar el material que faltaba al auditorio para poder seguirlo es uno de los aciertos de la pedagogía, siempre y cuando no se lo haga de un modo que obture la curiosidad y el deseo de ir al texto. Lo ayudaba, me parece, la presencia de colegas entre el auditorio, que fue un fenómeno común en los años de la post-dictadura. Y creo que también su experiencia de enseñar en el extranjero lo incitaba a pensar en ese problema al que hacemos todos frente cuando enseñamos: aquello que decimos se basa en un recorrido intelectual que es imposible reponer ante un auditorio en un tiempo limitado, pero hay elementos sin los cuales nadie puede seguirnos (a menos de tener la misma formación que uno); ¿cómo determinar qué, cuándo y cómo? Esta cuestión pedagógica me parecía, cuando escribí el prólogo, más bien típica de quienes enseñan la literatura de su país en el extranjero; pero hoy es común a todos, porque el objeto literatura ha cambiado de modo tan radical, que entre nuestra experiencia de la literatura y la de las nuevas generaciones hay un abismo. En otras palabras, en Francia, por ejemplo yo tengo ese problema cuando enseño literatura latino-americana, pero mis colegas tienen exactamente el mismo en literatura francesa.

3. Pezzoni se escandalizaba de que los estudiantes leyeran a Bajtín sin conocer a Dostoievski o Rabelais. Es un rasgo bastante común, pero me parece que no es exclusivo de los alumnos, ¿no?

Totalmente de acuerdo. Creo que lo que pasaba en este caso, es que Pezzoni y la generación de críticos que volvieron a la universidad después de la dictadura, a partir de 1984, pusieron el acento en la crítica y la teoría, que eran discursos casi ausentes en el modo más impresionista en que se enseñaba la literatura en ese período. Yo entré en 1984, pero quienes estudiaron entonces, bajo la dictadura, suelen decir que la universidad no acercaba tampoco a los textos literarios, por el modo en que se los trataba; es decir que no había teoría pero tampoco mucho análisis, ni necesidad de leer los textos (hablo desde mi escasa experiencia, me tocó cursar un par de materias que quedaban de esas, y francamente no era necesario leer los libros para aprobar). Creo que lo que pasó en ese momento, es que hubo una moda, la teoría apareció como un objeto nuevo, que había sido excluido, y que parecía “superior”: era más intelectual, más prestigioso leer crítica que literatura, o al menos, hablar de las lecturas. Y la impresión que tengo es que, en un momento, a Pezzoni le pareció que él mismo había contribuido a un modo de enseñar la literatura que ponía en primer plano la crítica y la teoría, y olvidaba la literatura. Es, de hecho, uno de mis recuerdos más fuertes de él, ese día en que me agarró por el pasillo para preguntarme (si no recuerdo mal) si yo había leído a Baudelaire y a Dostoievski (cuando le dije que sí, pareció contento, y de pronto se acordó que yo venía del liceo francés y declaró: Ah, pero no cuenta, vos venís del liceo francés!, y siguió su encuesta). Hoy parece interesante pensarlo como fenómeno social, por qué y cómo la crítica y la teoría adquirieron tal valor en la comunidad de Letras en ese momento, mientras la literatura se colocaba en un segundo plano. Y también volver sobre la concepción de los estudios de letras que implica. Por otra parte, la preocupación de Pezzoni habla también de una interrogación sobre el vínculo que une las teorías al corpus sobre el cual se construyen, implícita o explícitamente, que es una cuestión que merecería una mayor atención de la crítica.

4. ¿Por qué motivos pensás que Pezzoni ocupa un lugar periférico dentro de la crítica borgiana?

Creo que la mía era una observación meramente descriptiva, pero incompleta. Quiero decir que es verdad, o más bien era verdad, que en la bibliografía borgiana internacional, Pezzoni era poco mencionado, y sus interpretaciones poco conocidas y citadas; y cuando se estudiaba en aquel entonces a Borges en un contexto internacional la calidad y productividad de las lecturas de Pezzoni era evidente. Por eso yo escribí que me parecía que no tenía el lugar y el reconocimiento que merece. Porque en la crítica, lo que cuenta como referencia es la escritura, esencialmente en forma de libro (en todo caso, en esa época, antes de la era de internet), y Pezzoni publicó un único libro en su vida, como se sabe El texto y sus voces, en 1986, donde recogió algunos de sus escritos sobre Borges. Cuando se compara el volumen de textos escritos por Pezzoni sobre Borges a sus numerosas clases, conferencias, y otras ocasiones orales, es evidente que parece poco importante. Esta ausencia de visibilidad se debía al modo de funcionamiento de la crítica entonces, y también al hecho que no se suele citar en los trabajos las conversaciones, clases y otras ocasiones en que se discuten y desarrollan opiniones e hipótesis, salvo en los agradecimientos. Porque es innegable que Pezzoni tuvo una influencia importante en varias generaciones de críticos, que formó y frecuentó. Este modo de influencia tiene poca visibilidad, nacional e internacional, pero tiene aquella que quienes fueron formados por él le dan, en sus menciones y agradecimientos, o editando sus textos y clases —hoy el libro de las clases de Pezzoni es ampliamente citado; a pesar de estar agotado y no haber sido reeditado, todo crítico que estudia a Borges sabe que es un clásico que hay que haber leído—. La influencia de una personalidad como la de Pezzoni es un acontecimiento social difícil de medir cuando no se forma parte de esa comunidad, y los rastros y rasgos visibles que deja son igualmente difíciles de medir. Darle visibilidad a esta práctica oral, algo desprestigiada (por lo menos con relación a la crítica y a la teoría, y no solamente en Argentina), fue una de las razones que me llevaron a editar las clases. Tal vez merece ser subrayado hoy que muchas instituciones pretenden medir el grado de productividad de los investigadores en función de la cantidad producida.

5. Según tu punto de vista, la obra oral de Pezzoni permite “cuestionar tanto el estatuto tradicional de la obra crítica como el de la obra literaria” ¿En qué consiste ese cuestionamiento y por qué te parece necesario?

Justamente porque se trata de una obra cuya parte más importante en volumen es oral, pero cuya huella en la crítica escrita es innegable, y cuya importancia teórica y analítica es indiscutible. Sin embargo, la impresión de que la obra impresa es únicamente la punta del iceberg persiste. Los efectos del sistema-Pezzoni han venido de lo que podemos llamar su práctica social de la crítica, por eso me parece cuestionar el estatuto tradicional de ésta, que se sostiene sobre la escritura, y la difusión de lo escrito.

En cuanto a la literatura, Pezzoni es sin duda el más borgeano de los críticos borgeanos. Con esto quiero decir que el carácter subversivo que percibe en la literatura de Borges, el cuestionamiento radical y sistemático (pero no simultáneo) de los principios sobre los cuales se basa lo literario en su época y cultura, corresponde a la idea que Pezzoni parece hacerse de la literatura. Creo que esto se ve en sus clases, empezando por el hecho de estar guiado por un principio de placer, y porque ejercía la enseñanza de un modo que excluía el aburrimiento —el propio, el de los otros—. Ese modo de luchar contra la rutina, contra lo previsible, todo aquello hacia lo que nos lleva la institución, universitaria o literaria. Ahora bien, Pezzoni, que tenía, como Borges, algo de enfant terrible, no ejercía a contrapelo, sino problematizando (para seguir con la imagen) el sentido en que crece y se ubica el pelo: es decir, tratando como objeto de estudio aquello que aparece en ciertos momentos como la dirección, la interpretación, la lectura evidente (es decir: que resulta evidente en una comunidad intelectual determinada). Y esto a pesar de la evidente fascinación que ciertos sistemas críticos suscitaban en él.


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* Annick Louis
Universidad de Reims
CRAL (Centre de Recherches sur les Arts et le Langage)
Annick Louis es especialista en Literatura Argentina e Hispano-Americana y en Teoría Literaria. En la actualidad, sus trabajos se orientan hacia una epistemología de la literatura.
Actualmente es Maître de Conférences Habilité en la Université de Reims y miembro estatutario del Centre des Recherches sur les Arts et le Langage (CRAL, centro de investigación CNRS-EHESS).
Co-anima el Seminario « Narratologías contemporáneas » desde el año 2007, en el marco de la formación « Análisis y Teorías del discurso » en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales-Paris, con Jean-Marie Schaeffer (EHESS-CNRS), Philippe Roussin (CNRS) y John Pier (Universidad de Tours).
Anima el seminario Metodología de la investigación en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales-Paris.


Entre sus principales publicaciones se cuentan:
- Borges ante el fascismo, Oxford, Peter Lang, 2007, 376 páginas.

- Jorge Luis Borges: œuvre et manœuvres. Paris, L’Harmattan/Espaces littéraires, 1997, 505 páginas.

- Enrique Pezzoni, lector de Borges, Bs.As.: Sudamericana, 1999. Compilación, edición y prefacio por Annick Louis. [publicación de los cursos dictados por Enrique Pezzoni sobre Borges en la Universidad de Buenos Aires entre 1984 y 1988].

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