viernes, 18 de marzo de 2011

The man from earth

The man from earth
Por Víctor Olivera

Así como existen eventos cíclicos que suceden cada tanto, ya sea el naufragio del Halley o la puesta del sol a escondidas del ojo de Diana, existen inesperadas películas destinadas a orbitar por las salas de los cines - salas de computación, perdón - cada determinado período de tiempo. Porque, películas como éstas, filmadas por amor al arte con mimos e inteligencia, y no por la desmesurada e insignificante adulación a la calva de Franklin, tan de moda allá por el norte, jamás verían luz, cámara y acción en los grandes y pequeños cines, tan ocupados en proyectar Blockbusters de un domingo por la tarde. Y no por falta o escasez de calidad, sino porque los encargados de elegir qué película ocupará la cartelera esa semana conjeturan - de forma horripilante, dicho sea de paso - que el gentío, esa gran masa concurrente, carece precisamente de eso, de masa encefálica. Y claro, más allá de la ruin subestimación por parte de quienes eligen qué se debe ver y qué no, aquél que paga la entrada se sienta en la butaca, mira el reloj para ver cuánto falta para que termine el bodrio de efectos especiales y espejitos de colores que le pusieron en la gran pantalla y se ve obligado a consumir y digerir como un fantoche de trapo, otra no le queda. Y consume. Y lo hace sin quejas. Pero la culpa no es del chancho, ya se sabe. La cultura no se limita a las palomitas de maíz y a los vasos de Coca, señores. De hecho, no se limita. No obstante, inserto en este gran embargue cultural que se vive diariamente, es de loar, entonces, el gesto vanguardista del productor Eric D. Wilkinson, quien supo agradecer la difusión gratuita - y casi única diría - de The man from earth a través de las redes P2P en Internet, gran vertiente para que el film alcanzara su merecido status de culto dentro del ámbito cinéfilo. En la Argentina (y en la mayoría del globo), la única manera viable de conseguir The Man From Earth es descargándola desde el ciberespacio o, al menos, es la opción más asequible debido a su nula distribución en nuestro país.
En la democracia, ¿cuál sería el análogo para Operación Claridad?

The Man From Earth, obra póstuma estrenada en el mes de julio de 2007, cuenta con lo que será, posiblemente, uno de los mejores guiones jamás concebidos dentro del séptimo arte. Jerome Bixby (1923-1998), destacado escritor y guionista de ciencia ficción (Star Trek, The Twilight Zone), dedicó los últimos cuarenta años de su vida a rumiar, incluso en su lecho de muerte, su magnus opus. La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces (dixit Rousseau). De ser así, entonces, la propuesta planteada al comienzo del film no es apta para aquellos que sufren de intolerancia a la glucosa: ¿Qué sucedería si un hombre del Paleolítico Superior sobreviviera hasta el día de hoy?
En lo que aparenta ser una inocente consulta, el protagonista, un profesor de Historia, plantea esta misma pregunta a sus colegas de trabajo. La humilde producción, al no contar con naves espaciales, viajes en el tiempo, ni especies alienígenas, aparenta ser de todo menos ciencia ficción; pero éste es el género que mejor le calza al pequeño emprendimiento que se gestó en el pináculo de la edad de plata.
John Oldman (David Lee Smith), en su despedida como docente universitario, le revela a sus amigos académicos, con ladina espontaneidad, que en realidad es un hombre de Cro-Magnon y que ha habitado el planeta por más de 14000 años y explica así la razón de su imprevisto adiós y su condición de nómada, ya que debe migrar cada diez años para no generar sospechas, dada su incapacidad para envejecer. Es en ese preciso instante cuando la película alcanza un punto de inflexión que embelesa inclusive al más escéptico de los espectadores.
La premisa del film, sin fútiles preámbulos, invita al espectador a formar parte de ese selecto grupo que, motivado por la intriga, hará de un largo atardecer un repaso a través de la historia, historia que, para John, no son más que reminiscencias de su infancia y juventud.

John Oldman, el hombre viejo de apariencia jovial, ha visto al mundo fuera del tiempo tal y como se lo conoce, aquel paisaje hopi que no se puede tocar, oír, ni sentir; ha presenciado el culto y cataclismo de efímeras deidades, ha visto a la humanidad tropezar con la misma piedra ciento de veces y ya sea por suplicio borgeano o por providencias del destino, ha vagado por los confines del mundo, ha sabido transfigurarse a hijo, Séneca, hombre de la tierra. Pasando desde Aristarco y los cuadros de Van Gogh hasta Buda y los inicios del cristianismo (conteniendo una fuerte crítica en referencia a éste último), siempre bien acompañado de un Johnny Walker etiqueta verde, la séptima de Beethoven y el íntimo contexto emanado gracias a la mística que gira en torno al discurso de John, éste relata, con vasta persuasión, cada una de sus epopeyas a lo largo de 14.000 años.
Una palabra vale más que mil imágenes, Fred R. Barnard. En pos de la imaginación, el director Richard Schenkam, al tanto del potencial creativo del público, sugiriendo más que enseñando, le brinda la posibilidad entonces de bosquejar y soñar al aire libre los eventos relatados y no sirviéndoselos en bandeja como haría cualquier otro debutante que ambiciona con entrar a Hollywood por la puerta grande y con las ideas menguadas. El dinero y el arte no caminan tomados de la mano, por más que últimamente se insinúe lo contrario. The Man From Earth, al igual que Oldman, da la sensación de ser una obra sin fronteras, sin delimitaciones topográficas. El film, que tranquilamente podría llevar la firma de algún director latinoamericano, marroquí o eslavo, resulta ser arquetipo de buen cine sin mayor patrimonio que el de una ilustre idea.
Inspirador, sí.
La puesta en escena consiste tan solo en el interior de una cabaña de opaca iluminación y, haciendo gala de su bajo presupuesto, no requiere de otros condimentos más que el regodeo de los diálogos. Y al cabo del primer visionado (el primero de tantos) se agradece el esfuerzo y el énfasis puesto en éstos. Aunque haya tomado más de cuarenta años escribirlos y otros tantos más en reproducirlos en el celuloide. Que un film, ya sea independiente o mainstream, descanse todo su peso y poderío en el dialecto e intercambio de opiniones entre siete individuos no es moneda corriente dentro de la industria. Las actuaciones, y los restantes asuntos técnicos, en todo caso, sin ser su as de espadas, son más que aceptables dados los pocos recursos empleados. Sin embargo, The Man From Earth, con matices filosóficos y psicológicos, más cerca del teatro que de sus símiles contemporáneos, podría prescindir perfectamente de la importancia auditiva, visual, fotográfica y actoral y, aún así, seguir morando dentro de su artesanal y cuasi perfecta mónada.
Caen las máscaras, se baja el telón, se pone punto final al epílogo. No han pasado más de 90 minutos y, sin embargo, aún patidifusos, embebidos en el estupor de los sentidos, recuerdos trogloditas, revelaciones y sucesos históricos arriban en gracia a nuestra memoria como si realmente hubiésemos sido parte del inicio, de los primeros pasos del hombre. Luego de un largo intervalo, despabilamos. Caemos en la realidad de que tan sólo hemos presenciado una película, sempiterna, eso sí. Y al fin y al cabo nos damos cuenta de que fue solamente el homérico vestigio de una película, que no estamos en las gradas de Epidauro. Pero qué hermoso habría sido.
Lo cierto es que, por más que lo disfracemos, siempre seremos, tal como John, asiduos a los misterios de las estrellas, al amparo del fuego, a la quietud de las cavernas; sin importar la edad que tengamos, ya sean 30 o 14.000 años, seguiremos siendo inmortales aunque no lo sepamos; y es mejor que no lo sepamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario