martes, 15 de marzo de 2011

Walsh fumando en la sala de espera mientras nace el thriller social

Walsh fumando en la sala de espera mientras nace el thriller social
Por Hernán D’Ambrosio

¿De qué modo la novela reproduce y transforma
las ficciones que se traman y circulan en una sociedad?
Ricardo Piglia, Crítica y ficción.

la sala de espera y el panóptico
Es la vez número quichicientas sesenta y ocho que camina de punta a punta la sala de espera. Pisó todas las baldosas, menos una; tal vez, para no sentirse tan solo. Hay cigarrillos por todos lados, cientos, en el piso, pegados con chicles en las paredes.
Foucault entra a la sala de espera y va directamente hacia Walsh. Se saludan con amabilidad. Tal vez, sólo se conocen de vista. O no. Foucault, de golpe, le dice que Operación masacre es una genial lectura del panoptismo de la Argentina de fines de los ‘50. Un Gran Ojo (Aramburu) militar que se presenta como forma social y espacial, una forma de vigilancia individual y continua. Walsh le cuenta a Foucault la historia de El Matadero y de Martín Fierro y le dice que Echeverría y Hernández también fueron grandes lectores de viejos panópticos argentinos. El problema de los panópticos en Argentina, y con esto cierra el tema, es que, a pesar de que cambie la lente, el Gran Ojo siempre es siniestramente kafkiano y oscuramente tolkeniano.
Ahí veo un lugarcito e interrumpo la conversación. Yo estoy en la sala sólo porque yo escribo esto. Los dos me ven salir de la nada, interrumpiéndoles la cara de culo que están por poner con un discurso abrupto (a lo Foucault, creyendo que ese era el código). Emilio Renzi se preguntó en Respiración artificial quién escribirá el nuevo Facundo, y muchos lo señalaron a usted, Maestro Rodolfo, sin darse cuenta de que usted escribió un nuevo Matadero y que el nuevo Facundo lo escribieron, en conjunto, dictadores y montoneros, en sus discursos sobre la subversión.
A pesar de que este es mi artículo, Foucault y Walsh me miran con cara de te falta Nestum, pibe. Se apartan a la otra punta de la sala de espera y me dejan hablando solo.

el cigarrillo y la grabadora
Operación masacre narra al poder fetichizando a los dominados. Esa mujer narra al poder fetichizando el cuerpo. El policial negro toma un matiz muy particular: el investigador ahora es más periodista y más escritor que detective, y el investigado (el culpable) siempre es el Estado: "Después de 1955 y de Operación masacre, Walsh no sólo se desliza desde la ciudad o de lo vacacional hacia el suburbio (…) El renovado suburbio de Walsh es un escenario en el que ya no hay un asesino solitario, sino donde se verifica que toda la sociedad está masificada; policía, sindicatos, curia, tribunales, ejército". (Viñas, David; Literatura argentina y política II. De Lugones a Walsh)
Pablo Alabarces (“Walsh: Dialogismo y géneros populares”) dice que en Operación masacre se conjuga la violencia real con la pluralidad discursiva de la industria cultural para crear una máquina que permite la presencia del Otro (del dominado, del vencido, del excluido de la verdad oficial) como cultura.
Gonzalo Moisés Aguilar (“Rodolfo Walsh: Escritura y Estado”) plantea que la escritura de Operación masacre exhibe un desajuste entre lo experimentado y la verdad producida por los medios; la escritura se inserta en los medios y plantea una verdad alternativa. Walsh legitimó la novela como una estructura alternativa que se superpone al Estado.
Desde finales de los ’60 algunos escritores construyeron su obra desde un linaje walsheano. En el policial de los ’70, las evidencias son reemplazadas por narraciones hiperreales de la sociedad y las obras son más literarias que periodísticas. Como en "Esa mujer", a lo largo de las novelas policiales argentinas, se presentará un diálogo entre un periodista y un militar sobre la perversión de desaparecer cuerpos.
Walsh fuma en la sala de espera y escribe el nacimiento del thriller social, aunque mamá Piglia le quería poner policial negro.

la partera y lo thriler
El término inglés thriller deriva del verbo thrill (asustar, estremecer, emocionar). Como género literario, cinematográfico y televisivo, incluye (por lo general solapadamente) numerosos subgéneros y estrategias narrativas. Por el thriller social desfilan westerns (No habrá más penas ni olvido, Osvaldo Soriano), dramas (Ni un dólar partido por la mitad, Sergio Sinay), epístolas (Respiración artificial, Ricardo Piglia), diversos tipos de policiales, etc.
El thriller es básicamente una historia de intriga que se caracteriza por tener ritmo rápido, acción, héroes ingeniosos y villanos poderosos e influyentes. Su característica principal es que todos los elementos (personaje, antagonista, meta, conflicto, ritmo, etc.) están al servicio de una intriga, es decir al servicio de una acción que se ejecuta con astucia y ocultamente. Las obras del thriller social narran una Argentina y un panóptico hiperreales, mapas de la sociedad (véase Rizoma). Los protagonistas comúnmente son periodistas, escritores o víctimas del momento; los antagonistas son policías, militares o políticos. El conflicto es un reflejo de la sociedad conflictuada.

la máquina de escribir y lo social
Esta caracterización tiene dos motivos. El primero ya fue expuesto; el thriller es social en cuanto a que investiga al poder y lo denuncia. Oficia de Cuaderno Rojo en un mundo sin Anillos Únicos salvadores. El segundo motivo es una trastabillada académica que me hace caer en el inefable territorio de lo biográfico. El thriller tiene de social también la situación de los escritores. La mera publicación de un libro implica el exilio o el peligro de desaparecer, la defensa de algo. La vida es un thriller sangriento, principalmente durante una dictadura.
Lacan expresa su teoría del complejo intersubjetivo analizando “La carta robada”, de Edgar Allan Poe: un objeto puede construir las posiciones de los sujetos en torno a él. En Argentina, la carta ya no es robada, sino clandestina. Desde la mirada de la literatura, el poder es el criminal y la sociedad es la víctima. Desde la mirada del poder a la obra, los escritores son los criminales, los subversivos. El thriller social narra las verdades religiosas (dogmáticas, relativas, impuestas) que inventan culpables y una jerarquía que sale a mantener esas verdades.

lo negro del thriller social
Lo que une la serialidad de elementos negros argentinos a la serie negra clásica es un conjunto de características generales: la ambientación urbana, la presencia del detective y del crimen, la reflexión sobre lo social.
Según Piglia (“Lo negro del policial”), en la serie negra norteamericana, a diferencia del policial clásico, “ya no hay misterio alguno en la causalidad: asesinatos, robos, estafas, extorsiones, la cadena siempre es económica. El dinero que legisla la moral y sostiene la ley es la única razón de estos relatos donde todo se paga.”
En el thriller social la cadena siempre es verbal. La palabra es el tema principal; todas las relaciones se desplazan hacia el orden del discurso. Los clásicos elementos del policial negro serán formas de relacionarse con el orden político y con la historia argentina y de reflexionar sobre el poder. Crímenes, delitos, víctimas y victimarios; el género narra el poder social que ejerce la palabra. La sociedad se muestra como una jungla de discursos peligrosos y el crimen se presenta como una manera de transgredir la palabra.
Si en la novela negra norteamericana el desciframiento avanza de un crimen a otro, en las obras argentinas, la verdad se va desvelando ante el contacto con diferentes tipos de discursos. El desciframiento avanza de un diálogo a otro.En lugar de pruebas, habrá una serie de sobreentendidos o de ideas que, entrelazados, mostrarán la violencia de las relaciones jerárquicas que constituyen el panóptico de la sociedad argentina.
Los autores del thriller social reescriben la novela negra clásica y, como Borges, van desplegando una serie de situaciones y dejando un residuo de los discursos, pero ese residuo ya no es una forma de ampliar los márgenes de la literatura, sino un abordaje literario y social del poder.
Walsh me mira en la sala de espera y sonríe. Tres palabras: algo es algo.

como Claro por CTI
El thriller social surgió en Argentina durante la década del ’60. Un precursor de este género es Ricardo Piglia, gracias a su relato “La loca y el relato del crimen”, a la publicación de la colección Serie negra, y a los innumerables artículos que publicó sobre el policial negro (siendo el principal “Lo negro del policial”) Este género puede dividirse en dos etapas: la primera dura desde fines de los 60’ hasta el regreso a la democracia en 1983. La segunda cierra al género con La hora sin sombra (Osvaldo Soriano; 1995)
El thriller social surge, según Oscar Blanco (“Los itinerarios del uso de un género. La violencia y el policial negro en la literatura argentina”), como una doble oposición: por un lado, al realismo mágico; por otro, al policial clásico de Borges. Influidos por el arte pop y la segunda vanguardia (que invitan a un hiperrealismo que juega con los materiales de la cultura de masas), los escritores negros crearon aparatos narrativos particulares, partiendo de los rasgos generales de la novela negra norteamericana y tomando y reescribiendo diferentes elementos de la cultura de masas, se centraron en las grandes ciudades para narrar los problemas sociales desde diferentes formas literarias.
Entre 1976 y 1982, el género, ya desarrollado y maduro, fue una forma de narrar la criminalidad de la Dictadura. Después de 1982, su aparato narrativo permite procesar, psicoanalizar o exorcizar el horror de los años de violencia. Tres obras cierran el género, narrando la destrucción de viejas utopías: Verídico informe sobre la ciudad de Bree (Leonardo Moledo; 1985), La ciudad ausente (Ricardo Piglia; 1993) y La hora sin sombra (Osvaldo Soriano; 1995)
El thriller social narra el panóptico argentino antes, durante y después de la dictadura. Operación masacre es El matadero de la década del ’60 y todo el thriller social confluye para crear El matadero de los ’70 y ’80. Lamentablemente, a falta de obras, El matadero de la actualidad hay que buscarlo en el pasado; puede que sea No habrá más penas ni olvido. Y a Walsh ya no le quedan más puchos para esperar el nacimiento de otro hijo.

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