sábado, 15 de octubre de 2011

La fragmentación en "Mientras agonizo" de William Faulkner

La fragmentación en Mientras agonizo de William Faulkner
por Gisele Amaya Dal Bó

Los críticos ubican a William Faulkner en un movimiento estadounidense que se desarrolló en las décadas de 1920 y 1930, al que se denomina “Generación perdida” (Lost Generation). Los autores representativos del movimiento fueron marcados en su mayoría por su participación en la Primera Guerra Mundial, y escribieron obras que se caracterizan por la sensación de desencanto, la descripción de la alienación, la inseguridad y el vacío del hombre de entreguerras, y el cuestionamiento sobre una moral e ideología que se revelaba en crisis ante los acontecimientos políticos y sociales de la época.
Uno de los motivos por los que más me gusta Mientras agonizo (As I Lay Dying), que fue escrita por el autor sureño en 1930, es porque esta sensación de caos e incertidumbre se puede rastrearse por doquier, tanto en la estructura de la narración como en los hechos y los personajes: a grandes rasgos, se ubica en la ruptura de la linealidad narrativa y, tanto a nivel argumental como formal, en la problematización que realizan algunos caracteres de la figura del “yo”. También hay otros motivos que la hacen una obra recomendable, pero como no es la intención hacer un artículo pesado y aburrido, mejor los dejo, someros, para el final.

Básicamente, Mientras agonizo trata del viaje que efectúa la familia Bundren para enterrar a la madre, Addie, en Jefferson, de acuerdo a la que fuera su última voluntad. Tras la inicial espera de la muerte y su concreción, la familia traza su camino hasta Jefferson a través del caos de las catástrofes naturales (la lluvia, los caminos cerrados y la crecida de un río) y los conflictos individuales o grupales (las relaciones de poder conflictivas entre el padre, Anse, y sus hijos, en especial Jewel; el conflicto psicológico en los hijos Vardaman y Darl; el problema del embarazo de la hija soltera, Dewey Dell; y en general, las consecuencias que tiene la muerte de la madre en todos ellos) que repercuten pero no alteran la decisión, para muchos personajes del libro arbitraria, del grupo familiar. El desarrollo del argumento se realiza, en lo formal, mediante la exposición fragmentaria de cada conflicto en los cincuenta y nueve capítulos contados por quince voces narrativas distintas en forma de monólogo interior, de manera que el lector debe recopilar información muchas veces contradictoria, y especular y reconsiderar sus especulaciones a medida que adelanta en la lectura del libro a partir de los relatos de cada narrador. “El lector es el novelista. Con ayuda de los materiales dados desordenadamente [...] es el lector el que debe reconstruir la historia”, señala Michel Mohrt en La novela americana contemporánea al respecto de la técnica de Faulkner, y explica, citando a Sartre: “‘Las historias aparecen y desaparecen, van de boca en boca, enredadas en los gestos cotidianos’, dice Sartre. La verdad expuesta racionalmente, analizada, definida, Faulkner la sustituye por una verdad truncada, imperfectamente conocida a través de testimonios parciales, contradictorios”.
Mohrt insiste, principalmente, en señalar que todo lo que oímos decir a los personajes, lo sabemos y lo escuchamos a través de una memoria particular, memoria que muchas veces incluso se revela en contradicción consigo misma. Esto podría vincularse con la situación del hombre de entreguerras, y la incertidumbre que se instaura en el ámbito social e individual: la novela ya no cuenta una Verdad, ya no tiene el optimismo de un narrador omnisciente con la visión totalizadora del que lo sabe todo, y ni siquiera posee la certeza de un único narrador testigo; al contrario, la duda alcanza a la figura de narrador, que se problematiza y se atomiza, disuelta, junto con la idea del “yo”. La fragmentación de la personalidad, la vacilación sobre la unidad del sujeto que luego de Descartes se afirmara como único cimiento indubitable y pedestal del progreso, podría, entonces, leerse reflejada en la fragmentación de la figura del narrador que constituye el núcleo formal de esta novela de Faulkner.
Argumentalmente, la incertidumbre sobre el “yo” también es rastreable. En Mientras agonizo, la muerte de Addie Bundren genera en los hijos, en principio, el cuestionamiento sobre el ser de la madre y un desequilibrio en la consideración que tienen de sí mismos, lo cual se refleja especialmente en Darl y Vardaman, los dos personajes que actúan como narradores con más asiduidad (Darl, uno de los primeros hijos de Addie, narra los hechos en diecinueve capítulos, y Vardaman, el menor, en diez, mientras que los restantes personajes no actúan como narradores más de seis veces.). Así, leemos en el capítulo veinticuatro, que narra Vardaman:

Darl is my brother.
“Then what is your ma, Darl?” I said.
“1 haven't got ere one,” Darl said. “Because if I had one, it is was. And if it is was, it can't be is. Can it?”
“No,” I said.
“Then I am not,” Darl said “Am I?”
“No,” I said.
I am. Darl is my brother.
“But you are, Darl,” I said.
“I know it,” Darl said. “That's why I ain not is. Are is too many for one woman to foal.”

[Darl es mi hermano.
“¿Entonces qué es tu madre, Darl?”, dije yo.
“Ya no tengo una”, dijo Darl. “Porque si yo tuviera, diría que era. Y si dijera que era, no podría decir que es, ¿no?
“No,” dije yo.
“Por lo tanto, yo no soy” dijo Darl. “¿No es cierto?”
“No,” dije yo.
Yo soy. Darl es mi hermano.
“Pero tú eres, Darl,” dije. (Hay aquí un juego de palabras intraducible: la segunda persona es, en inglés, idéntica en el plural y en el singular: “tú eres” y “ustedes son” se dice y escribe de la misma forma..)
“Lo sé,” dijo Darl. “Es por eso que yo no soy. Somos es demasiado como para que una mujer pueda parir.]

A lo largo del libro, tanto Darl como Vardaman son considerados “locos” por estos cuestionamientos del “yo” y el “ser”, pero acaban de manera distinta. Vardaman, que queda traumado luego de la muerte de la madre y despliega a causa de esto, a lo largo del relato, una lógica que es considerada por todos absurda pero mayormente inofensiva, permanece con la familia porque, podría conjeturarse, en su supuesta “locura” afirma constantemente su ser y posicionamiento en el mundo y con respecto a los que lo rodean, como en un intento de alcanzar seguridad. Darl, en cambio, se inclina a pensarse a sí mismo como múltiple, y a pensar en la familia como algo desgarrado y absurdo (de allí, sus cuestionamientos sobre sus hermanos, especialmente Jewel y Dewey Dell, o su intento de dar fin al viaje a través de un incendio), y esto determina el que sea declarado mentalmente “insano” y enviado a la reclusión en un manicomio de Jackson. El capítulo cincuenta y siete, el último relatado por él, en el que habla con hipérbaton de su travesía hacia Jackson refiriéndose a su ser en tercera persona, representa la enajenación completa que este veterano de la Primera Guerra Mundial ha alcanzado, y la destrucción del “yo”: “Darl is our brother, our brother Darl. Our brother Darl in a cage in Jackson where, his grimed hands lying light in the quiet interstices, looking out he foams.”. [“Darl es nuestro hermano, nuestro hermano Darl. Nuestro hermano Darl en una jaula en Jackson donde, sus manos sucias yaciendo ligeras en los intersticios tranquilos de los barrotes, mirando hacia fuera él echa espuma por la boca.”]
Para finalizar, también podría señalarse que aparte de estar representada mayoritariamente en las figuras de estos dos personajes, la incertidumbre sobre el “yo” puede leerse, además, manifestada en la animalización que se realiza sobre los caracteres (por ejemplo, Addie Bundren es comparada o sustituida por la figura de un pez o un caballo, Anse es comparado en reiteradas ocasiones con un buey, y Dewey Dell con un gato salvaje) o en el volverse “otro” de ciertos personajes que se revela por el uso tipográfico de las cursivas en el texto (como ocurre con Jewel en el capítulo 42 y 44, o con Darl en el capítulo 56).

Esto señalado (la vinculación del desencanto y la incertidumbre característicos de la “Generación perdida” y, en general, de la época histórica en la que escribió Faulkner, con el recurso formal de los narradores múltiples y la falta de linealidad narrativa de Mientras agonizo como reflejo de la fragmentación del “yo” y la falta de verdades últimas, lo que se nota también en el desarrollo de los personajes, especialmente Darl y Vardaman) es, entonces, uno de los puntos de lectura interesantes en la novela de Faulkner, pero se la puede recomendar también por otros motivos. Quizás uno de los más importantes sea el hecho de que, aunque un poco complicada al principio, la lectura gana dinamismo con el paso de los capítulos, y atrapa de tal forma con sus redes familiares y sociales, con los dramas y el despliegue certero de personajes, que resulta difícil para el lector no involucrarse, o permanecer neutral ante los hechos de esos seres que granjean simpatías y desdenes. También podría hablarse de la belleza de algunas imágenes, del uso que el autor hace del lenguaje con el que abstrae a quien lee y transporta a un territorio de imágenes fortísimas y vivas. Podría destacar, valorándolo, el desconcierto en que nos sumerge a veces. Pero prefiero señalar que, sobre todo, a mí me atrajo el humor que insiste en insinuarse a pesar de todo, en medio de las ocasiones más trágicas, para arrancar una carcajada o, como mínimo, una sonrisa, y desbaratar las cosas en aparente absurdo o dejarlo a uno dudoso y cavilando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario