lunes, 10 de octubre de 2011

“Me pregunto si un evento que no es narrado, ocurre en realidad” (Sobre "El naranjo" de Carlos Fuentes)

“Me pregunto si un evento que no es narrado, ocurre en realidad”
por Hernán Diez


Los cinco relatos de “El naranjo, o los círculos del tiempo” (1993), de Carlos Fuentes, abarcan distintos lugares y épocas: En “Las dos Numancias”, la celtíbera ciudad de Numancia que Publio Cornelio Escipión Emiliano sitió y arrasó en el año 133 a.C.; en “Las dos orillas”, la ciudad de Tenochtitlan, destruida en 1521 por Hernán Cortés, que había llegado a Yucatán en 1519 y regresó a España para morir en 1541; encontramos al México colonial en “Los hijos del conquistador”, cuyos protagonistas son Martín 1 (hijo de Cortés y María de Zúñiga) y Martín 2 (hijo de Cortés y Malinche); en “Apolo y las putas”, Vicen Valera, un galán de Hollywood, muere a bordo de una embarcación llamada “Las dos Américas”, mientras viajaba con siete prostitutas acapulqueñas; “Las dos Américas” reúne “fragmentos del diario de un marinero genovés”, en el que se entrelazan mentiras y verdades sobre el Nuevo Mundo.

Si bien cada uno de estos relatos puede leerse de manera separada, se articulan entre sí en el universo imaginario que propone la novela, cuyo centro es un naranjo. Este árbol es introducido por los árabes en España y de ahí llega a América. La ubicuidad del naranjo está ligada simbólicamente a la noción de transculturación, entendida como un proceso que ocurre en las dos direcciones posibles del par dominante - dominado. Esta dialéctica hace productiva la tensión entre el conquistador y el conquistado que atraviesa a todos los personajes.

El fondo histórico de estos relatos es la conquista. Cambian los lugares, los nombres y las fechas pero la catástrofe es la misma. Como en Borges, aquí la historia y la literatura no se disputan la verdad de los hechos. La historia necesita ser contada. Y ese relato se crea en el mismo ámbito discursivo que la literatura. “Me pregunto si un evento que no es narrado, ocurre en realidad. Pues lo que no se inventa, sólo se consigna. Algo más: una catástrofe (y toda guerra lo es) sólo es disputada si es narrada. La narración la sobrepasa. La narración disputa el orden las cosas. El silencio lo confirma”.

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